Hoy es otra de esas noches en las que prentendes escribir. Una de esas noches en las que piensas que has desaprovechado la tarde e intentas escribir algo para compensarlo. La noche de uno de esos días que pasan sin pena ni gloria. Que pasan porque tienen que pasar.
Pasan recordando dias mejores o esperando que vuelvan las noches pucelanas rodeado de gente maravillosa, de ideales que flotan en el aire, de esperanza ayudándonos a seguir, de emociones nuevas u olvidadas que nos ponen los pelos de punta.
De canciones estremecedoras. Canciones que parecen hechizadas y nos atrapan, nos dejan en un momento. Nos envuelven en un sueño maravilloso. Sueños que se quedan atrapados en nuestras almohadas. Y almohadas que si pudieran hablar desvelarían al mundo entero nuestros más ocultos sueños, nuestras más temidas pesadillas y los secretos más oscuros.
Y es que hasta el hombre más fuerte del mundo tiene sueños. Pero también tiene miedos y esperanzas. Y es que si su almohada pudiera hablar sería su peor enemigo. Ella nos contaría que tienen las preocupaciones de un hombre cualquiera y sus mismas debilidades.
Si de vez en cuando nos preocuparamos por escuchar las almohadas de los demás, descubriríamos que el más fuerte de los hombres y el más debil de ellos apenas se diferenciarían.
Y es que si en vez de fijarnos en el cómo es o en el cuánto tienen el otro nos preocuparamos de sus sueños o del cómo está todos viviríamos más felices. Estaríamos más contentos y tirariamos menos días desperdiciados.
Escuchando almohadas.
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