domingo, 21 de junio de 2009
Fingiendo
Ccuando éramos pequeños pasábamos largas horas delante de la televisión viendo películas de Disney o escuchando a nuestros abuelos contándonos absurdos cuentos de hadas, que nos enseñaban que lo realmente importante, y lo que nos haría ser personas de provecho en el futuro, es aparentar.
Aparentar ser quien no somos realmente con tal de gustar a los demás. La cenicienta y sus zapatos de cristal, hércules y sus hazañas... todos nos enseñaron que para ser felices deberíamos ser otra persona mejor que la que éramos. Porque ¿por qué al príncipe no le gustaba la cenicienta si seguiría teniendo el mismo cuerpo con vestido de gala que con su indumentaria habitual? ¿Por qué Hércules lucía sus músculos delante de la muchacha de turno? por aparentar.
De niños nos enseñan a querer una bici mejor, unos patines mejor o a tener más chulerías que el resto de los niños.
Lo que se traduce que de mayores desearemos tener un trabajo mejor pagado, un coche mejor y los mejores electrodomésticos del mercado. Desde pequeños nos han vendido que aparentar es la única manera de ser felices. Pero no somos más felices por tener más cosas o mejores que nuestros compañeros, en mi opinión, somos más felices por tener compañeros con los que poder jugar. Pero cuidadito, no compañeros que se nos acerquen por tener juguetes, sino compañeros que quieran jugar con nosotros porque seamos nosotros y no les importe que vayamos vestidos de mercadillo o no tengamos juguetes que compartir, solo que les importará que queramos ser felices y tengamos ganas de disfrutar.
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