viernes, 27 de febrero de 2009

In the waiting line

De pequeños nos encanta jugar al escondite. Jugamos a ocultarnos de la gente. Por unos momentos nos hacemos invisibles. Nos apartamos del mundo y entonces nos olvidamos de todo, sólo nos preocupamos por no ser descubiertos.
La emoción de no ser vistos nos evade.

Cuando crecemos el juego desaparece pero seguimos teniendo esas ganas incomprensibles de no ser descubiertos. Muchas veces, cuando somos mayores, jugamos al escondite, pero el juego ahora a cambiado.
Ya no corremos a buscar el mejor escondite, de hecho ni siquiera hace falta moverse. Porque lo que escondemos ahora no es a nuestro cuerpo sino a NOSOTROS. Oculamos nuestros sentimientos y nuestros miedos, los escondemos en una parte donde nadie pueda encontrarlos. En un escondite secreto que jamas revelarías a nadie.

Pero en algun momento alguien te descubre y cuando piensas que has sido descubierto y que vas a perder el juego ese alguien grita "por mi y por todos mis compañeros" y al igual que en el juego de niños estas a salvo. Puedes confiar en ese ( o esos) que gritó. Ahora ya puedes compartir tu escondite y no tener miedo de lo que pueda pasar. Ya te han salvado. No hay nada de que preocuparse.




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