¿Nunca has querído ser otra persona? Alguien a quien admiras, alguien a quien quieras paracerte.
Tal vez es porque tenemos demasiado miedo a aceptar quienes somos, a aceptar lo que somos.
Los seres humanos somos cobardes, nos da miedo todo. Somos inseguros, imperfectos, hipocritas...
Preferimos meternos en una cueva donde la gente no nos vea, donde no nos hagan daño. A veces somos nosotros mismos los que creamos esas cuevas. Nos encargamos de cavar tan hondo como nos sea posible para sentirnos a salvo, lejos de los otros. Nos refugiamos en nosotros mismos, muy dentro, pero muy solos.
Raras veces nos atrevemos a salir a la luz donde están los otros, aquellos que nos hacen sufrir. Pero si nos quedamos siempre dentro de esa cueva no descubriremos las grandes cosas que pueden mostrarnos esos personajillos que vagan por el mundo, haciendo que cada día sea especial, que nos levantemos por la mañana con ganas de salir de nuestras cuevas, que en definitiva nos hacen ser felices, aunque es cierto que podrán hacernos daño y nos lo harán pero sin esos malos momentos no sabríamos apreciar el resto de los otros momentos, buenos o regulares.
Arriesgandose para descubrir lo que me espera ahí fuera.
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